“Los niños son esponjas.”

¿Tenemos en cuenta que los niños son esponjas y absorben todo? Están en el momento de mayor desarrollo intelectual. Aprenden de la naturaleza, aprenden del entorno, aprenden de las experiencias.

Y, de repente ahí aparecemos nosotros, los maestros y profesores, en sus vidas para “enseñarles” ¿el qué? ¿Aquello que no pueden descubrir por sí mismos? Seguramente que si actuamos como guías podremos darles las herramientas necesarias para que sigan descubriendo.

Muchos profes sentimos la necesidad de enseñarles el producto final sin haberles dejado participar en el proceso de elaboración.

Esta impaciencia nos lleva a caer en grandes errores que difícil solución tienen luego.

¿Por qué decimos al niño que su peso es de 25 kg cuando estamos hablando, en realidad,  de su masa?

¿Por qué les preguntamos qué botella está más llena o más vacía cuando lleno y vacío implican totalidad?

¿Por qué les decimos que el número 43 tiene 3 unidades si tiene 43?

¿Por qué les decimos que dentro del agua no hay gravedad?

¿Por qué le decimos que las pelotas son circulares?

¿Por qué les decimos que las centurias romanas las formaban 100 personas?

¿Por qué llamamos rombo a un cuadrado girado 45º?

 

Y al final salen adelante porque llega un momento en que su madurez les permite dudar y no tomar como válido aquello que les contaron y no les dejaron descubrir por sí mismos.

 Llega un momento en el que no vale la respuesta “porque sí”.