LucasCaracolaMe declaro fan de mi hijo Lucas. Tiene 5 años y desborda creatividad e ingenio por todos los poros de su cuerpo. Vive todo con tal intensidad que, a veces, agota pero es tan rico escucharle que no paro de aprender y quedarme boquiabierto con muchos de sus razonamientos.

A veces me recuerda a Sinchan, ese personajillo de dibujos japoneses que dice las palabras a su manera y que, cuando la madre le corrige, él dice con cierta displicencia: “Sí, también puede decirse así”.

En nuestro caso, siempre hemos hablado a Lucas sin utilizar “palabroides” como tete para referirnos al chupete o chicha  para referirnos a la carne u otras muchas cosas que muchos padres utilizan… No, nosotros hemos utilizado las palabras tal y como suenan y le hemos hablado sin abusar de diminutivos y de tonos extraños.

El caso es que él tiene un buen vocabulario pero muchas de las palabras y expresiones las adapta a sus necesidades. ¿Qué necesidades? Él necesita dotar de significado a la palabra que utiliza. De modo que, en muchos casos, realiza pequeñas modificaciones que le permitan comprender.

Me encanta jugar al baloncesto con él y ver cómo mete canasta y grita:

– ¡Tomaaaaa! ¡GANASTA!

Quizá yo debiera corregirle y decirle: “No se dice GANASTA, se dice CANASTA”. Pero la realidad es que si mete la pelota en ese aro, que para nada parece una canasta, lo que no puedo rebatirle es que si sigue metiendo la pelota puede que GANE… De ahí que para él, el acto de meter la bola por el aro llamado canasta sea un indicio de que puede GANAR. Por lo tanto, no estoy en disposición de decirle que eso no es una GANASTA. Ya llegará el momento en que la transforme en un vocablo socialmente admitido. De momento para él decir “ganasta” implica comprender la consecuencia del acto.

Como otros muchos niños, Lucas se quedaba admirado por el tamaño de los autobuses y, cuando comenzó a emitir sonidos inteligibles que se asociaban a palabras, no dudó en decir cosas como “Mira, un ALTOBÚS”. Claramente se fijaba en la dimensión de altura porque si no habría dicho “LARGOBÚS” 😉

El manejo que tiene del móvil, la tableta y otros dispositivos es espectacular como los niños de esta generación pero claro, hay algunos conceptos que aún no controla. Como que los dispositivos tienen capacidad finita de almacenamiento y ocurren cosas como esta:

– Papá, ¿me instalas un juego de Sonic?

– Lo siento Lucas, no me cabe ni un juego más.

– Sí mira ahí cabe (señalando un huequito de la pantalla en el que cabe otro icono más).

La última palabra modificada para comprender ha sido hoy y me ha enamorado por completo:

– Lucas, ponte camiseta interior que hace frío.

– ¡Papá, dirás camiseta ANTERIOR!

– ¿Y eso?

– ¡Pues porque se pone ANTES!

Cuando le digo (menos de lo que debería): “Lucas, todos somos únicos y especiales” me suele poner una cara en plan “Papá, no te entiendo” pero no dice nada.

Yo creo que es porque, inmediatamente, se imagina a sí mismo flotando con traje ESPECIAL en el ESPACIO EXTERIOR… Eso sí, como allí arriba hace frío tiene que llevar su camiseta ANTERIOR.

“ES POSIBLE ENSEÑAR CUALQUIER COSA A UN NIÑO SIEMPRE QUE SE HAGA EN SU PROPIO LENGUAJE” (Araujo y Chadwick)