Evaluar es difícil, de eso no cabe duda. Nadie ha llegado a dar realmente con un método 100% seguro, fiable y justo. No es que pretenda yo llegar aquí con la fórmula secreta que resuelve este problema pero, al menos, trataré de dar unas pinceladas de algo que creo que no se hace (o al menos no se hace de manera generalizada) y que, desde mi punto de vista, es clave para el proceso de evaluación.

Repito, “proceso de evaluación”. Repito, “proceso”.

¿REALMENTE EVALUAMOS EL PROCESO O NOS QUEDAMOS EN EL PRODUCTO FINAL?

Vas de paseo por la montaña y tu meta es llegar a una cascada preciosa que acaba en una poza en la que poder darte un refrescante bañito. Todo el mundo habla de la poza, de su agua cristalina. Cuanto antes llegues, menos gente habrá y podrás disfrutar de un baño en soledad. Tú solito, “to pa ti” (tú, ti, te, contigo).

Puedes ir a toda velocidad, hacia adelante, directo a tu objetivo, sin reparar en detalles. Sin mirar, sin oler, sin escuchar, sin detenerte a ver esa mariposa que se posa en una flor. Sin plantearte por qué la mariposa se posó en esa flor, sin ser consciente de por qué pasa lo que pasa, de por qué empieza a florecer.

Puedes fijarte en el producto final olvidando el proceso o fijarte en el proceso y descubrir que si llegaste más tarde es porque disfrutaste del proceso de elaboración (o quizá que necesitaste de ese proceso para comprender).

Es frecuente que, en infantil, tengamos un listado de ítems a evaluar que se califican como “no conseguido”, “en proceso”, “conseguido”. O dicho de otra forma:

  • Aún no ha emprendido el camino del descubrimiento (quizá porque aún no es el momento).

  • Ya ha comenzado el camino y es cuestión de tiempo que llegue.

  • Ya ha llegado al objetivo.

¿EVALUAR MATEMÁTICAS (O CUALQUIER ÁREA) ES UN CAMINO DE ROSAS?

Día 1. Nace un bebé y de manera instintiva busca el pecho de su madre. Su madre sabe lo que quiere, no necesita de palabras. No necesita que el bebé le diga: “Hola mamá, un placer, soy Juanita. Quiero comer”.

Día 3000. Juanita le dice a sus padres: “Quiero un bocata de chorizo… ¡Acordaos de que mi pan es sin gluten!”.

Llegado un momento, Juanita empezó a reptar, luego a gatear. Es el preludio de lo que vendrá. Juanita está en proceso de andar.

Primero te comunicas como puedes (te haces entender), luego interpretas y luego puedes comunicar por escrito.

Tus manos hacen y tu boca y gestos expresan, luego solo falta el código…
El código secreto, ese conjunto de símbolos que sirven para no tener que llenar todo de dibujos que expresen el proceso.

Pero atención, el razonamiento está conquistado, lo que falta es expresarlo como está socialmente establecido.

Juanita suspende por no hacer sumas. ¿Pero has evaluado si sabe sumar? ¿Has evaluado si sabe qué es eso? ¿Has evaluado si sus manos y gestos resuelven? ¿O solo te has quedado en el código secreto que sirve para escribir el proceso? Escribir matemáticas (o cualquier otra cosa) es el final del proceso.

Juanita sabe que si tiene algunos caramelos (por ejemplo, 3) y le dan más caramelos (por ejemplo, 2) pues tendrá más caramelos en total. Porque no te quepa duda de que en cuanto le des los otros dos caramelos los va a juntar a los tres caramelos iniciales y puede, incluso, que los atrape entre sus brazos para que nadie se los quite. Puede que sus manos y sus brazos digan: “tenía caramelos, me dan más, ¡los quiero todos!”. Por eso sus manos y sus brazos se ponen en forma de “conjunto que representa el total de elementos”.

Juanita, ¿qué tenías al principio? ¿Me lo enseñas? ¿Qué te han dado después?, ¿me lo enseñas? ¿Qué tienes ahora? (seguramente se echará encima de ellos o volverá a rodearlos o los guardará entre sus manos mostrando en su idioma, en el idioma de sus gestos y sus manos, que el total de caramelos está formado por la parte de caramelos que tenía y la parte de caramelos que le han dado).

¿Juanita sabe sumar? Sí, y domina el esquema parte-todo de maravilla.

¿Juanita sabe hacer sumas? No. Si entendemos hacer sumas como la escritura en ese “código secreto” que representa la realidad que manipuló (3 + 2 = 5).

JUANITA HA SUSPENDIDO MATEMÁTICAS

Imagina que a Juanita le dan una hoja llena de símbolos que representan sumas y tiene que escribir lo que va a la derecha del “=”. Para Juanita “3”, “+”, “2” e “=” es literalmente chino (puedes ver esto desarrollado en esta entrada). Juanita no superará la prueba.

Ahora imagina que a Juanita se lo han contextualizado todo y le han dejado resolver con sus manos y expresar con su boca (o con sus manos). Juanita superará la prueba.

Juanita no debería suspender matemáticas, debería estar “en proceso”.

Si hacemos caso a la teoría de Bruner del proceso de aprendizaje y bla, bla, bla… ¡Espera, espera, espera! ¿Bruner hablaba de “proceso”?

Pues evaluemos el proceso. ¡Evaluemos en qué punto de la consecución de un objetivo está y no simplemente si lo ha conseguido o no!

Me encantaría ver esto en un boletín de notas de un niño de 3.ºEP:

Juanita puede resolver divisiones con sus manos, comprende la acción de dividir, sabe resolver cualquier actividad en la que entre en juego la división y resolverla con apoyo de material o de la representación pictórica del material (en dibujitos). Aunque aún no sabe escribir en símbolos lo descrito. Por eso, Juanita está en proceso de conquistar el objetivo de la división.

Bruner hablaba del proceso CPA (Concreto – pictórico – abstracto). Es un camino que empieza en el tocar y acaba en el simbolizar.

DIANA HACE UN BIZCOCHO DE ZANAHORIA MARAVILLOSO PERO HA SUSPENDIDO EN “BIZCOCHOS”

Imagina que eres capaz de hacer un bizcocho de zanahoria maravilloso. Tienes perfectamente cogido a ojo la cantidad de cada ingrediente que echar. Tus manos hacen el bizcocho, alguien que pasa por ahí lo ve, lo prueba y comprueba que sabes lo que haces. ¡Está delicioso!

Y entonces voy yo y digo. “¡Oye, qué bueno está esto! ¡Pásame la receta!»

Tú me dices: ¡Uy, lo siento, no sé escribir! ¡Todavía no sé qué letras y números escribir para decir cómo he hecho el bizcocho!  Pero mira lo que hago y escucha lo que digo y veras como sé. Así verás cómo se hace.

Y voy yo y te digo: ”ya, ya, pero si no sabes escribirlo, no me vale”. Así que has suspendido. Punto y final.

Resulta que para seguir escribiendo esta entrada le he pedido la receta a Diana. Diana hace el mejor bizcocho de zanahoria del mundo. Pues le he pedido la receta para adjuntarla en este artículo y su respuesta ha sido «¡uf ni idea, lo hago a ojo!».
Suspensa. Punto y final

¡YA CASI EXISTE EL MÉTODO PARA EVALUAR JUSTAMENTE!

Durante mis años de profe he reflexionado mucho sobre qué, cómo y cuándo evaluar. Últimamente he puesto en orden todos mis apuntes, mis ideas y mi famoso cuaderno azul (un cuaderno bonito de estos para ideas que te regala alguna familia a final de curso y que acaba en un cajón. En mi caso, aquel cuaderno no acabó en un cajón. Lo usé, lo usé mucho durante años y años y de vez en cuando iba anotando, tachando, dibujando…).

En uno de los apartados del cuaderno anotaba pros y contras de distintos métodos de evaluación que empleaba con mis niños (y anotaba también hasta qué punto las familias quedaban satisfechas con la información recibida sobre su hijo). ¿Sabían realmente en qué punto estaba su hijo?¿Sabían interpretar qué pasaría en lo sucesivo si todo seguía en la misma línea?¿Podrían comprender en qué fase del proceso estaba?

En aquel cuaderno hice dibujitos que deberían acompañar a la información dada (los que me conocéis bien sabéis de mi afición por garabatear y escribir con letra ilegible). Un dibujo que indicase en qué punto estaba el niño, en qué fase del proceso, cuánto llevaba recorrido y cuánto le faltaba para la conquista de un determinado contenido. Era un trabajo «de chinos». Lo era hace 8 o 10 años pero hoy, a golpe de clic, sería inmediato. De manera inmediata podrías ver cómo tu alumno, cómo tu hijo se acerca al objetivo. Podrías ver cómo avanza el proceso.

Claro, lo difícil de esto es… ¿Y qué medir en ese proceso? ¿Cómo hacerlo? ¿Cómo codificar la información recogida para que lo que los datos arrojen corresponda realmente con el punto del proceso en que se halla el niño? Llamadme ingenuo, llamadme loco, llamadme atrevido pero creo que sé cómo hacerlo. Creo saber qué información recoger y cómo hacerlo. Creo saber cómo sería la app que debería acompañar a todo esto para facilitarnos las cosas.

Y LAS PRUEBAS EXTERNAS, ¿QUÉ?

¡¡¡Señores y señoras que hacéis las pruebas de las comunidades autónomas!!!

En serio, ¿pensáis que es más importante el qué que el cómo y el cuándo? ¿Para cuándo pruebas que midan el proceso? Sería tan bonito que las pruebas fueran entrevistas habladas donde el evaluador pudiera mirar a los ojos y a las manos a los niños (y diréis… ¡Se intentó, pero era muy caro! ¡Pues confiad en que sean sus profes los evaluadores! Les ven y escuchan todos los días).

¿Se puede saber cómo se puede evaluar a un niño sin mirarle? ¿Se puede saber cómo se puede evaluar a un niño sin escucharle? ¿Se puede saber cómo se puede evaluar sin interpretar sus gestos?

Y aquí lo dejo, que, aunque Diana haya suspendido, me voy a comer el bizcocho de zanahoria…