La verdad es que no soy yo muy partidario de que los padres tengan que ejercer de profes. Tampoco me gustan mucho expresiones del tipo: “¡Vámonos a casa que tenemos muchos deberes!” (sobre todo si esas expresiones salen de la boca de los padres). No profundizaré en este artículo sobre lo adecuado o no de la intervención paterna en las tareas escolares de los niños (ni tampoco en lo adecuado o no de que existan estas tareas en casa). Pero la realidad es que como padres es de lo más natural que queramos, incluso necesitemos, intervenir. Como profe (y padre) asumo que la necesidad de estar “un poco” encima existe. Nos arrancamos rápidamente a enseñarles a restar al modo que nos enseñaron nosotros o a decirles que apliquen la fórmula correspondiente para averiguar la longitud de la circunferencia dando por hecho que, por el hecho de saber, podemos enseñar cuando la clave no es enseñar sino provocar que aprendan.

Entonces me he planteado: ¿y si en lugar de ser los padres los que ayuden a los niños a “hacer mates” son los niños los que ayudan a los padres a “hacer mates”?

Y con ese punto de partida me he lanzado a organizar talleres para niños (con padres). ¿Y cómo serán? ¿Para qué edad? ¿Y qué se trabajará? ¿Y no es mi hijo demasiado pequeño para eso? ¿Y no es mi hijo demasiado mayor para eso? Sigue leyendo y todo eso quedará resuelto en esta entrada. Y diré más: me juego un dedo (el pequeño del pie que sirve para poco) a que si tú, adulto, no disfrutabas con las mates en tu infancia empezarás a disfrutar y que tu hijo disfrutará viéndolo y que, además, es poco importante si a tu hijo se le dan bien o mal las mates, si tiene 6 o 12, si se sabe las dichosas tablas o no, …

En estos talleres, pondremos en juego las neuronas para establecer relaciones. Todos podrán hacerlo. La diferencia será que si tu hijo tiene 6 años verbalizará su hallazgo en unos términos y si tiene 12, lo hará en otros, pero no te quepa duda de que la conexión se producirá y lo que es mejor, la conexión en tu cerebro también se producirá (tu cerebro no es tan plástico como el de tu hijo pero aún no se ha oxidado del todo. Ya verás, ten fe en que la crisis de los 40 no ha llegado aún a tu cerebro) y, entonces, comprenderás que el trabajo de los profes es propiciar que esas conexiones se produzcan y que la corriente “electricointelectual” hay que dejarla fluir. Mi cuñado Raúl siempre dice “Si fluye, no influyas”. Pues dejemos que fluya. ¿Arrancamos?

¿Qué metodología emplearemos?

Partiremos de la manipulación de algún material muy de andar por casa. De esos que no faltan nunca en tu casa (platos, vasos, un rollo quitapelusas, papel higiénico, plastilina, pósit…) manipularemos un poco con ellos y descubriremos patrones ocultos en ellos que nos permitirán plantear retos. Entonces, propondremos un reto a resolver con dicho material y veremos como TODOS llegan a resolverlo y que la dificultad realmente no está en resolverlo sino en las palabras, símbolos y lenguaje utilizado para expresar el hallazgo.

¿Imaginas a un mico de 4 años demostrando el teorema de Pitágoras? Pues ocurrirá. Lógicamente él no hablará de hipotenusas ni catetos pero en su cerebro se ha establecido una relación que se guardará para siempre y que le permitirá (cuando sea mayor) descifrar “el código”.

¿Y el de 12 hará lo mismo que el de 6? Sus manos harán lo mismo, sus conclusiones y la manera de expresarlas estarán adecuadas a su edad. Se está acercando a comprender “el código”.

 

OVE ¿Qué trabajaremos?

Mi obsesión docente ha sido siempre la coordinación entre profes, que los profes conozcamos profundamente en qué momento está el cerebro del niño y que, con esta valiosa información, acompañemos a los niños en el proceso de aprendizaje.

Si en el universo todo está conectado, ¿por qué no aprovechar que en el universo de tu cerebro y del de tu hijo todo está conectado y solo hay que darle al interruptor para que corra la electricidad? Podríamos decir incluso que entre vuestros cerebros también existe esa interconexión, pero eso es otra historia. Centrémonos en el aprendizaje, centrémonos en las matemáticas.

Para saber qué trabajaremos es importante definir un concepto que creé para un trabajo de innovación que hice hace unos años. Se trata del concepto OVE “objetivo vertical escalable”. Imagina que tú (o tu hijo, o tu alumno) tienes que enfrentarte a aprender y aplicar la fórmula que resuelve el volumen de un prisma de base pentagonal. Tu objetivo pasará simplemente por aprender de memoria (quizá encuentres alguna nemotecnia), saber de qué información dispones, asegurarte de que sabes sustituir esa información en la expresión en cuestión y, finalmente, tras hacer unos cálculos, llegar al resultado. Bueno pues eso es justamente lo contrario de lo que se pretende con esta forma de trabajo.

Lo que haremos es lo siguiente:

  1. Marco el OVE final. En este caso esa expresión matemática. Analizo qué conexiones deberían producirse antes de poder enfrentarse a la expresión de manera significativa, de manera que “el código” esté absolutamente descifrado.
  2. Descifrar “el código” es el paso final pero realmente no lleva detrás razonamiento y comprensión, lleva detrás, simplemente traducción. Por lo tanto, primero construiremos, después, con preguntas y retos adecuados comprenderemos el qué y el por qué y finalmente veremos cómo se escribe (si es que se escribe) “el código” que podemos utilizar para resolver eso.
  3. Los retos adecuados al momento del niño serán clave. Es decir, podrá tu hijo de 6 años hacer y construir con sus manos lo mismo que tu hijo de 12. En ambos casos se produce el aprendizaje y la comprensión. En ambos casos la corriente “electrointelectual” se ha producido. Uno simplemente lo tendrá ahí, latente, para cuando lo necesite. El otro no solo lo tendrá ahí latente sino que, por evolución del lenguaje y de “el código”, estará dispuesto a emplearlo desde ya. El pequeño podrá decir con sus palabras cómo saber cuánto ocupa en el espacio esa figura que los mayores llamamos prisma. El de 12 sabrá, no solo cuánto ocupa ese prisma en el espacio, sino interpretar y escribir con “el código” esa expresión.
  4. Todo lo que un niño debe saber a final de primaria nació en infantil. Estos son solo algunos de los OVE definidos y con los que trabajaremos en próximas fechas:
    •  El volumen del prisma y la pirámide. Desde los 3 años están en disposición de aprender, descubrir y explicar de manera argumentada este concepto tocando. Desde los 11 o 12 años están en disposición, además de escribirlo e interpretarlo con sentido.
    • El máximo común divisor y el mínimo común múltiplo. Desde los 4 años pueden descubrir estos conceptos y, jugando con materiales, llegar a la compresión y encontrar el patrón que se esconde detrás. Desde los 6 o 7 años están en disposición de expresar matemáticamente esos descubrimientos. A partir de los 8 o 9 pueden relacionarlos entre sí. Entre los 10 y los 12 pueden resolver cualquier situación y problema en el que entren en juego estos conceptos. Todo el rato, durante toda la sesión las manos de todos han hecho lo mismo, exactamente lo mismo. Las conexiones de todos son las mismas pero los “¡eureka!” de los mayores llevan, además, “el código”.
    • La forma que tiene un cuadrado. Desde los 3 años empezamos a trabajar con formas, con propiedades y atributos que nos permitan realizar clasificaciones agrupaciones, jugar con la lógica… Pero, ¿has pensado alguna vez qué importante es dominar qué forma tiene un cuadrado para poder entender la realidad que nos rodea? Donde los de 3, 4 y 5 ven simples puzles, los de 6, 7 y 8 años verán operaciones con naturales, con fracciones… Y los de 9, 10 y 11 verán potencias, raíces, la relación entre las unidades cuadradas, el teorema de Pitágoras…
    • ¡Las dichosas tablas de multiplicar! ¿Sabes que se empieza a trabajar en 4 años? ¿Sabes que realmente no acaba hasta los 12? ¡¡¿¿A los doceee??!! Sí, a los 12, por no decir a los 14. Y si no, pregúntale a tu hijo de 11 o 12 años esta secuencia de multiplicaciones:
      • 0,2 x 3
      • 0,3 x 3
      • 0,4 x 3

Si en el tercer caso dijo 0,12 entenderás porque me lo llevé hasta los 12 años. ¿Sabes por qué dijo 0,12 y no 1,2? ¡¡¡¡Por “el código”!!!! (y por la falta de manipulación que le permita descifrar el código).

Insisto, todos los niños y padres juegan a lo mismo, todos resuelven lo mismo, la diferencia estriba en cómo unos estarán en disposición de interpretar y escribir “el código”, otros aún no… ¡Si no saben ni coger el lápiz!

¿Sabías que un niño de 3 años puede resolver el teorema de Pitágoras con el reto y la pregunta adecuada? Claro que no hablará de hipotenusas y catetos, ¡qué repelente! ¿Imaginas? No, se trata de que, sorprendentemente, sus manos y su cerebro están preparados para conocer el patrón.

Estos son solo 3 ejemplos de los 15 talleres para niños con padres desarrollados actualmente. Talleres pensados para que veas que tu hijo puede pensar, razonar y conectar por sí mismo.

Talleres pensados para que veas que la acción docente en la escuela va mucho más allá de transmitir conocimientos.

La acción docente en la escuela depende de la buena pregunta, del buen desafío que permita que se encienda la chispita de la curiosidad y que la electricidad discurra ya irremediablemente entre el maremágnum de espaguetis neuronales que tiene tu hijo guardado en su cabeza (y tú en la tuya… Aunque he decir que los espaguetis de nuestros hijos son a los nuestros lo que la pasta fresca a la pasta seca).

Me quiero apuntar. ¿Cómo lo hago?

En las redes sociales iremos publicitando los distintos talleres de hijos con padres. Ahí indicaremos el contenido del taller (OVE), fecha, lugar y precio.

En la página de información del Taller podrás apuntarte.

La única condición es que vengas con tus hijos. Da igual si vienen con la mamá, con el papá, con el tío, con la tía, con el abuelo o con la abuela. Lo esencial es que el niño o los niños vengan con uno o más adultos porque de lo que se trata es que el niño te ayude a resolver los retos propuestos.

Créeme. Tú necesitas su cabecita más él tu cabezota.