¿Salimos los maestros realmente formados de magisterio para la práctica docente?
Parece obvio que la respuesta debería ser que sí pero, sin embargo, la oferta formativa a la que nos apuntamos va desde temas generales que afectan a la didáctica general propiamente dicha hasta temas particulares como la lectoescritura, el cálculo, la resolución de problemas…
Podríamos decir que es necesario un reciclaje continuo y que, por eso, nos formamos año a año en aprendizaje cooperativo, en “aprender a pensar”, en matemáticas manipulativas, etc pero la realidad es que es muy frecuente que en las formaciones, al menos en las mías, los profes se pregunten: “¿y por qué no nos enseñaron esto en magisterio?”
Dejando de lado lo que se hace en Magisterio y la utilidad que tenga para la posterior práctica docente voy a analizar algunos puntos que considero fundamentales para garantizar que la formación del profesorado a la que asistimos sea de calidad:

1. Profe, ¿eres maestro?

Ya he polemizado en muchas ocasiones sobre este tema, pero, de verdad, formadores. De verdad, ponentes:
¡Se nota a la legua cuando habéis estado delante de un niño y cuando no!
¡Se nota a la legua cuando la propuesta es realizable y cuando no!
¡Se nota a la legua cuando lo transmitido es vivido o leído!
¡Se nota a la legua cuando hay emoción y cuando no!
Si nos van a asesorar sobre cómo trabajar con los niños, ¿no deberían haber estado con niños?
El problema muchas veces radica en que estos formadores y ponentes tratan de “enseñarnos a enseñar” cuando lo que debería ocurrir en una formación dirigida a docentes de infantil y primaria (sobre todo) es que nos enseñen a provocar el aprendizaje de una determinada materia.
Por ejemplo, no se trata de que en una formación de mates te enseñen a enseñar a restar… ¡Tú ya sabes restar! Se trata de que salgas de la formación sabiendo cómo provocar en tu alumno que eso ocurra. Sabiendo provocar con dinámicas, retos y desafíos que se produzcan las conexiones adecuadas para que el verdadero aprendizaje florezca en tu alumno, para que la verdadera comprensión se asiente de manera significativa.
¿Cómo puede enseñar a enseñar aquel que nunca enseñó al que tiene que aprender? Si no sabes cómo reaccionará ante tal o cual propuesta, ¿cómo elegir el camino adecuado?

2. ¿Formadores conferenciantes? No, gracias.

He estado en formaciones de aprendizaje cooperativo donde los asistentes no cooperábamos. He estado en formación de emociones donde la única emoción existente (en mí) se movía entre la tristeza y la ira. He estado en charlas en las que el ponente ha pasado una a una las diapositivas de su powerpoint limitándose a explicar (en el mejor de los casos) o incluso leer lo que ahí pone.
La clase magistral puede ser buena. Puede ser muy buena, de hecho (aunque estemos cansados de escuchar eso de “Me lo contaron y lo olvidé. Lo vi y lo entendí, lo hice y lo aprendí”) pero, por favor, ¿qué sentido tiene asistir a una formación de metodologías activas y no haya actividad alguna?
Es frecuente que en las formaciones, charlas, etc que doy, el organizador del evento me pregunte: ¿cómo te presento? Se suelen quedar sorprendidos cuando digo: “Yo soy maestro”. ¿Y ya? ¿Solo eso? Yo suelo responder: “Soy maestro de infantil y primaria”. Entonces me suelen decir, ¿pero no digo nada más? ¿No digo que eres autor de tal o responsable de cuál? Mi respuesta es siempre la misma: La formación va para maestros de infantil y primaria, ¿no? Ahora me toca a mí ser el profe y a ellos los niños.
Aquí es donde los profes “no maestros” del punto 1 dicen: ¿Pero cómo voy a dirigirme a los maestros como si fueran niños? ¿Cómo voy a tratarles como si no supieran dividir?
Por eso es frecuente que en mis formaciones yo siempre diga cosas como: “ahora sois niños de 4 años” o “ahora tenéis 9 años” o “ahora sois profes” o “ahora sois padres de alumnos”. ¿Por qué? Porque solo si has estado con los niños de 4, o con los de 9 o en la sala de profes, o en tutoría con los padres, sabes cuál puede ser la reacción, comportarte como tal y, entre todos, construir.

3. Compórtate como un niño

¿Puedes comportarte como un niño durante la sesión de formación?
Me encanta empezar las sesiones de mates con policubos de colores. Dejo un puñadito encima de cada grupo para cada asistente y, después de explicarles que a lo largo de la sesión tendrán que comportarse como un niño de 4 años o de 9 o como un profe, voy y digo:
Ahora sois niños de 1.ºEP. Entonces, me miran como diciendo: “¿En serio? ¿Me pides que haga lo que harían mis niños de primero si les hubiera dejado un puñadito de estas atractivas piezas de colores en la mesa?” Y yo, mientras veo lo calladitos y dubitativos que están, siempre digo: “¡Pero que buenos son vuestros niños!” y entonces, empieza la juerga.
Y desde ahí construimos. Desde la torre que hizo uno, desde la pistolita que hizo el otro, desde el cubo que uno lanzó por los aires al otro. Desde ahí construimos.
¿Clases ideales? ¿Limpias? ¿Ordenadísimas? ¿Respetando escrupulosamente el turno de palabra? ¿Niños sin mocos? ¿Niños atentos y dispuestos? Mentira, mentira y mentira.
Las propuestas formativas que no son aplicables a grupos movidos, clases desordenadas, niños que están en proceso de aprender a comportarse y a niños mocosos, no son válidas. Lo siento, pero no.
Tú sabes cómo piensan y cómo reaccionan tus niños. ¿Qué menos que el formador que te acompañe en el proceso de formación también sepa cómo piensan los niños de esa edad por haberlo vivido en “sus propias carnes”?
Compórtate como un niño. Ponle las cosas difíciles al formador como nos la ponen esos niños en clase que son nuestro reto. Esos que te necesitan de verdad (ya sea porque están por abajo o porque están por arriba). Los otro 18 o 20, van solos. ¡No te necesitan! Ojalá no te necesitaran los otros 6 u 8 porque son autónomos. Pero no lo son.
AUTONOMÍA (ese debe ser el objetivo).

4. Mañana mismo lo pongo en práctica

Tú eres maestro, sabes ser maestro, eres vocacional (eso espero) y si lo que has descubierto en la sesión de formación te mueve para decir: ¡Mañana mismo lo hago en mi clase! Entonces, no te quepa duda, de que la formación ha sido un éxito. Se han combinado unos ingredientes que han hecho la mezcla perfecta:

CONVENCIMIENTO + CURIOSIDAD + ILUSIÓN + VOCACIÓN = PROFE FORMADO

Solo necesitabas CONVENCERTE de que el mismo problema o dificultad que tienes lo tenemos todos los maestros porque los niños y sus cerebros evolucionan cómo evolucionan y las dificultades y barreras (por norma) son las que son en cada momento. Así que no habremos hecho otra cosa que evidenciar el problema y entre todos trazar un plan de actuación en busca de la solución.
¡Ojo! No consiste en saber que el niño se atasca aquí o allá, eso es fácil. Se trata de saber cómo se siente y qué le provoca el bloqueo. Y eso lo sabes tú que estás 8 horas al día con él. No lo sabe el experto en … Lo sabe el maestro de…
Si en la sesión de formación fuiste niño de nuevo, seguro que sentiste CURIOSIDAD y, quieras o no, la curiosidad es la semillita de la motivación y no dudes de que si tú sientes curiosidad es porque estás motivado y si tú estás motivado tu alumno también lo está.
Ver cómo la propuesta que entre todos hicimos dio sus frutos te ILUSIONÓ y estás deseando transmitir esa ilusión a tus niños. Seguro que te has acostado a las tantas después de la formación preparando con ilusión los materiales necesarios para que en la sesión de mañana tus niños conecten sus neuronas con la misma ilusión que tú.
Siempre me he preguntado qué es VOCACIÓN y un día concluí que el ansia de posesión en el mundo de la educación se llama VOCACIÓN. Por eso “tus niños” son “tus niños” y no “los niños” o “los alumnos”. Por eso el formador que ha tenido o tiene a “sus niños” se refiere a vuestros niños como “vuestros niños”. Si dice “vuestros alumnos” pregúntale: ¿Has estado alguna vez delante de 25 niños que te miran ilusionados esperando qué nuevo reto trae su profe hoy?