regletas de cuisinaire y soroban  Ocho y cuatro son doce y “me llevo una”.

¿Ya no vale lo que aprendimos en el colegio que tenemos que introducir todo tipos de artilugios para llegar a aquello que, tan bien, aprendimos a base de tiza, pizarra y algún que otro borrador volador?

La cuestión es que, se está tendiendo a huir de todo aquello que se parezca a “la letra con sangre entra”. Y no todo estaba del todo mal, ni muchísimo menos; es simplemente que faltaba un paso previo.

El paso que permitiera al niño descubrir y comprender antes de representar y mecanizar.

Es sencillo comprobar que un niño sabe hacer sumas, restas, multiplicaciones y divisiones… Pero… ¿Nos garantiza eso que el niño sabe lo que está haciendo?

La mayoría de nosotros, cuando conducimos un coche, nos limitamos a arrancar (sin saber qué proceso ha ocurrido en el motor), introducir la marcha correspondiente (sin saber qué proceso ha ocurrido) y acelerar (sin saber qué proceso ha ocurrido).

Todos los niños saben jugar.

El juego debe de ser nuestra lupa metodológica. El juego debe servirnos como referencia del proceso mental que está ocurriendo en el cerebro del alumno. Y es muy sencillo, sólo tenemos que observar y escuchar.

Es, a través de los distintos materiales didácticos , que debemos propiciar situaciones de juego manipulativo que nos brinden la oportunidad de ver como el niño toca y va construyendo su pensamiento lógico.

Las regletas de Cuisinaire, por las características de tamaño y color que atesoran, son un recurso muy atractivo e intuitivo que, bien guiado, permite al alumno construir y establecer relaciones que desembocan ineludiblemente en la comprensión del concepto de número, el número de dos cifras y el descubrimiento de las cuatro operaciones básicas.

Cuando, con este u otro material, nos hayamos cerciorado de que el alumno comprende el concepto de número y que es capaz de establecer relaciones de manera natural, estaremos en disposición de trabajar con un material que persiga agilidad y velocidad.

Si hay un material que desarrolla la velocidad y la agilidad mental, ese es sin duda el SOROBAN japonés. De hecho, a los más virtuosos en la disciplina del soroban se les llama “mentatletas”.

¡Bien por el soroban! Pero asegurémonos de que antes de hacer correr la mente de un niño, ésta ha reptado, gateado y andado previamente.