El motivo por el cual es importante observar, aprender y aplicar determinadas técnicas para la enseñanza de las matemáticas no es otro que la necesidad que existe de experimentar en las aulas

Los educadores deberíamos  tener como lema constante en nuestras aulas la famosa cita de Confucio:

“Me lo contaron y lo olvidé, lo vi y lo aprendí, lo hice y lo entendí”.

No solo se está huyendo en los últimos años de hacer y por tanto entender, sino que se recurre a viejas técnicas basadas en la clase magistral que sólo buscan el disfrute y la calma del docente, dejando al niño en un segundo plano… En el mejor de los casos al “amparo educativo” de sus padres.

¿Caes enfermo? Recurres al médico. ¿Se te estropea el coche? Recurres al mecánico. ¿Se te quema la casa? Recurres al bombero.

Sin embargo, muchas veces, por nuestro hacer, damos alas a los padres para ejercer de maestros.

¡Saber cosas no quiere decir saber emplear las técnicas adecuadas para provocar el aprendizaje en el niño!

Los padres son padres, dejémosles serlo. No les demos pie, por nuestra pasividad o ineficacia, a ser maestros de escuela.

En los últimos años he observado, con gran decepción, como curso tras curso la mayoría de los maestros han ido estando, cada vez más atados al libro de texto.

Evitan ir hacia el descubrimiento por la  creencia de que los libros contienen toda la información necesaria.

Los libros muestran el resultado final, es tarea nuestra recorrer el camino que les permita hacer suyo el contenido que en el texto se muestra.

Son muchos los centros que están comenzando a tener como materiales de uso corriente en sus clases de matemáticas ábacos soroban, regletas de cuisenaire, bloques multibase,…   Pero desgraciadamente son muchos más los centros que ni siquiera saben de su existencia.

¿Qué podemos hacer para solucionar el “regreso al pasado” que se está viviendo en muchas aulas?