Es que los niños son muy crueles y, desde su inocencia e ingenuidad, hacen daño al compañero sin ni siquiera darse cuenta y bla, bla, bla…

Pero… ¿Hay solución para esta situación? Yo creo que sí.

Es frecuente que en cada clase haya un alumno más gordito o más bajito o más altito que la media, o con gafas o con la nariz así o el pelo asá o con más dificultades que la media en lectura o en escritura o en habla… El caso es que cuando algo se sale de lo que se supone que es la normalidad se producen situaciones en clase que merman la autoestima de niños de determinado perfil.

Sin embargo, ¿os habéis fijado que cuando en clase tenemos un niño con un “problema” real (sin ánimo de que se malinterprete “problema”) el resto de los compañeros lo tratan de maravilla?

Recuerdo a un alumno que tenía un “problema” serio de tono muscular. Hasta el punto de que no podía abrir y cerrar puertas por sus propios medios (no podía girar el pomo), no tenía suficiente fuerza para agarrar el lápiz con una prensión mínima que le permitiera escribir e incluso no podía articular palabras de una manera “normal”.

Sus compañeros (todos) no dudaban en tratarle de maravilla. Se ocupaban de hacerle más fácil su día a día. Le ayudaban a girar el pomo de la puerta, le ayudaban a sacar punta al lápiz y, sobre todo, se ocupaban de que se diera cuenta de que le querían.

¿POR QUÉ NO SE COMPORTAN ASÍ CON TODOS LOS COMPAÑEROS?

Nosotros, los educadores, somos el ejemplo a seguir por nuestros alumnos. Seguramente nuestra actitud con los niños de “problemas reales” es percibida e imitada por el resto de la clase.

Entonces, ¿acaso transmitimos a la clase que hay que “machacar” al gordito, al bajito, al altito, al de las gafas…? Evidentemente no. Pero sí es cierto que en ocasiones en clase se producen situaciones que no ayudan demasiado al niño que tiene la autoestima más baja.

He visto y he oído muchas cosas en distintas clases y de distintos profes (incluido yo) que creo que es necesario analizar. Aquí van algunas de ellas:

  • ¡JORGE, BEBÉ… CHUPETE Y A LA CUNA! Cantado por toda la clase (incluido el  profe) a un niño de 7 años que lloraba por “una tontería”. Una “tontería” que para él y su mundo era importantísima. Seguro que hay otras formas de hacer ver a Jorge qué hay modos de solucionar los problemas pero, independientemente de eso, ¿hay que castigar el llanto? ¿no era importante eso de que los niños expresen sentimientos? ¿no queremos que nos cuenten sus miedos e inquietudes para prevenir futuros problemas reales?

 

  • ¡SE LO VOY A DECIR A TUS PADRES Y YA VERÁS! Dicho a una niña de 1.º de infantil por no querer dormir la siesta. Si es verdad, y no solo un eslogan, que los padres forman parte activa de la comunidad educativa, ¿cómo podemos amenazar con ellos? Del mismo modo es muy tentador decir en casa: ¡Se lo voy a decir a tu profe! Evidentemente la consecuencia es igual de negativa.

 

  • ¡PABLO NO SEAS PESADO! Dicho por mí reiteradamente a un niño de cuarto de primaria que constantemente lo tenía pegado a mí agarrándome del jersey contándome cosas que para él eran importantísimas y yo no me digné a escuchar. Yo, sin querer, le creé la etiqueta de “Pablo el pesado” y los compañeros no hicieron más que imitar a su profe. Afortunadamente, con la ayuda de los padres y el psicólogo del niño, logramos que su nivel de autoestima que había caído por los suelos (por mi culpa) se recuperara poquito a poco.

 

  • ¿NO TIENES LÁPIZ? ¡PUES NO HACES NADA! Demasiado tenía Álvaro con ser el foco de atención de sus compañeros de segundo de primaria como para tenerle una hora entera mirando al techo. Él era desordenado, mucho, pero… ¿Se arregla el problema privándole de la actividad en cuestión? Lo que se consiguió con ese tipo de “castigos” (que se repitieron muchas veces) fue que los compañeros, en lugar de ayudarle, se “chivaran” una y otra vez de que Álvaro había vuelto a no traer el lápiz.

 

  • ¡AL RINCÓN DE PENSAR! Escuchado en multitud de ocasiones es aulas de todos los niveles de infantil y primaria. Yo me pregunto si ir al rincón de pensar es un castigo o un premio. Lo que no me cabe duda es de que, si en una clase solo se piensa en el rincón… ¡Yo quiero ir al rincón!

 

  • ¡CÓMO NO OS CALLÉIS OS LLEVO AL CUARTO OSCURO! Dicho a dos niños de 4 años que jugaban en la fila. No me extrañaría que alguno de esos niños tenga miedo a la oscuridad y duerma con la luz encendida.

Desde mi punto de vista somos nosotros, los maestros, sin darnos cuenta los que contribuimos a que algunos niños “machaquen” al que llora, al “pesado”, al despistado que no trae el lápiz, al que siempre va al rincón de pensar…

Detecta al niño que necesita ser arropado (normalmente son todos y tendrás que hacer esto con todos) y busca algo que le entusiasme. Muestra interés por aquello que le entusiasma sin hacerlo evidente (que él no perciba que le estás tratando de ayudar). ¡MIRA CÓMO LE CAMBIA LA CARA!… Inmediatamente alguien en clase  se quiere hacer notar diciendo…¡Pues Pepito sabe mucho de eso! Pepito ya es protagonista. Ya no es el gordito, el bajito, el de las gafas, el del pelo así o asá… ¡Ahora es Pepito!